lunes, 3 de diciembre de 2012

Decidir

Son pocas las veces que en la vida existen momentos perfectos, instantes mágicos en donde tenemos todo ordenado tal y como deseamos o hubiéramos esperado que sean. La mayor parte del tiempo las circunstancias van por su propia cuenta, abriendo paso, corriendo salvajes con fuerza, y es así que vivimos alegrías, desgracias, encuentros y desencuentros, esperanzas y fracasos, aún sin que nosotros sepamos exactamente cómo y cuándo pasó todo. La vida pone y quita a su antojo. ¡Claro que también tenemos opciones!, por supuesto, lo que hacemos frente a estas variables es lo que podemos decidir y esto es lo que nos hace ser quienes somos.

Es importante, y más en estos tiempos de rabia y desconcierto saber respirar. Tomarnos un espacio de paz y armonía, un instante o los que hagan falta, para saber quiénes somos, qué queremos, hacia dónde vamos. Después, y sólo después, ver el cómo; primero elegir los camino. Por orden. Conectar con nuestro interior y no temer hacerlo. Es lo único que puede salvarnos. ¿Salvarnos de qué?, de saber que estamos haciendo lo correcto. ¿Y qué es lo “correcto”? aquello que deseamos llevar a cabo y que nace del amor de nuestro corazón. El miedo a equivocarnos, o a no tomar las decisiones acertadas es como una grieta. Al principio parece que que no pasa nada, pero luego va haciendo presión y más presión -y sin darnos cuenta- un día se apodera de nuestra parcela y ¡allí está!, reinando el cabrito del miedo como el mejor. No. El miedo no. El miedo es el enemigo de la felicidad y la salud. El miedo es para someter a las víctimas, nunca de él puede surgir vida y esperanza, amor, alegría y risas. El miedo es el enemigo al que nunca hay que dejar ganar. El amor y las ganas, ¡nuestra mejor arma!