Cuando las letras te asfixian y ni
ecribir consuela tu llanto entonces es hora de detenerte, de mirar
con otros ojos y dejar que las cosas sucedan.
¡Abrir las manos y soltar!
Si el miedo es tu amigo, entonces
¡asústate en serio!, si no...
déjalo pasar.
Nada, nada se acaba, hasta que se
termina.