
Un paso y la vida cambia. Recorro calles y el paisaje no es igual; el sol está escondido detrás de un árbol o me deslumbra dejándome ciega, ¿qué más da?
Y yo que me sentía muerta, en el letargo eterno de mis días. Brinca, hoy, mi sangre agolpada en mis pechos erguidos; mis manos tiemblan por acariciarte a hurtadillas; quiero besarte suave y morderte; clavarte mis uñas y mi veneno; acariciarte mientras me miro en tus ojos.
No me desgasto en este sentido; te lo digo.
Sin miedo, sin ansiedades; sin vértigo.
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